lunes, marzo 20, 2006

El Mozote

Muestra Fotográfica

Pedro Linger Gasiglia

El Mozote, veinte años después

Parada en la pequeña y polvorienta plaza de El Mozote, su pueblo natal, Rufina baja la vista y, con los ojos llenos de lágrimas, habla lentamente: "Yo siento recuerdos desde que vengo aquí, siento que el cuerpo se me estremece. Es un lugar que me recuerda muchas cosas malas. Pero también me da fuerza moral, porque aquí están mis hijos, aunque estén mueros". Rufina Amaya, la que habla ante el periodista en 2001, es una de las sobrevivientes de la masacre de El Mozote, una aldea en el noroeste de El Salvador.
En 1981, cuerpos de elite del ejército salvadoreño entrenados en Estados Unidos realizaron una gran ofensiva contrainsurgente, buscando asestar un golpe feroz al movimiento guerrillero. Entre el 6 y el 16 de diciembre de ese año, esas tropas asesinaron ochocientos civiles en El Mozote y en aldeas vecinas. La mordaza impuesta sobre lo ocurrido se arrancó recién a fines de enero del año siguiente, gracias al testimonio de tres periodistas, ente los que se encontraba la fotógrafa Susan Meiselas, que presentaron los hechos en poderosos medios de Nueva York. Durante años, los gobiernos de El Salvador y de Estados Unidos evitaron cualquier tipo de investigación sobre la masacre. Sólo la lucha de los sobrevivientes y la acción de las organizaciones de derechos humanos lograron que el Equipo Argentino de Antropología Forense realizara sus primeros trabajos en 1992. Exhumaron en ese momento, en una sola de las fosas comunes de El Mozote, los restos dse 147 personas, de las que 131 eran niños menores de doce años.
En 2001, Pedro Linger Gasiglia comenzó a viajar a El Salvador para documentar esta situación. El ensayo que realizó, El Mozote veinte años después, recorre las diferentes etapas de ese proceso. Tiene el estilo directo de la mejor escuela documental y la sensibilidad de quien se involucra con el doloroso sentimeinto de los sobrevivientes.
Los encuadres y los puntos de toma no buscan espectacularidad. Con técnica impecable, registra cada caso sin recurrir al contraste elevado o a los tonos bajos para agregar dramatismo. Sus copias poseen tonos normales y no hay imágenes sensacionalistas. Son las fotografías de un testigo que, con su propia mirada, registra hechos concretos: los restos exhumasdos, los orificios de bala en los cráneos y el dolor repetuoso de familiares y vecinos al recibir los cuerpos.
Para ellos, ya no habrá "desaparecidos" a quién buscar. Con el dolor encima, se encuentran con los restos de sus hijos, de sus afectos. Y les procurarán una digna sepultura.
Veinte años después, las exhumaciones le dan voz a quienes ya no la tienen. Las huellas en los restos óseos hablan y, como los testimonios de los sobreviviente, dicen que durante ese caluroso diciembre de 1981 no hubo piedad en El Mozote. Fueron asesinados ochocientos campesinos, entre ellos, muchas mujeres y niños.
"¿Perdonar? No puedo decir que sí, ni que no lo voy a hacer. Pero por el momento no me siento capaz todavía", dice Rufina Amaya, la sobreviviente que perdió cuarto hijos pequeños.

En la fotogaleria del Teatro Gral San Martin del 7 de marzo al primero de Abril de 2006


Extraído de la gacetilla del Teatro

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